martes, 29 de septiembre de 2020

Una vivencia personal

Por Dr. Jaime Pereda:

"Mi primera vivencia de un embrión humano vivo fue una tarde en el año 1976 cuando revisando bajo la lupa una trompa uterina recién recibida desde el pabellón en mi Laboratorio, me encontré con un saco coriónico intacto, que al disecarlo contenía un embrión de 24 días de edad. Fue sorprendente verlo dentro de su saco amniótico y verlo además asociado a su Saco Vitelino, fuente de sangre y nutrientes para su sobrevivencia. Al disecar el saco amniótico me encontré con algo sorprendente e inesperado. Constaté siempre bajo la Lupa, la presencia de un embrión de 2 milímetros de longitud, que estaba vivo, su pequeño corazón de 24 días estaba latiendo. Era realmente extraordinario, hermoso y dentro de la transparencia de su cuerpo podía observar que latía su pequeño corazón. Lo observé por largos minutos sin saber qué hacer, su corazón comenzó a latir cada vez con menos fuerza, más lento e irregular y así, hasta que dejó de latir. Había muerto frente a mí, seguí su agonía y no podía hacer nada por él."

"Mientras lo observaba, nunca dejé de pensar que se trataba de una pequeña personita, ínfima. Antes de su inminente muerte me pregunté ¿qué puedo hacer por él en este instante? Nada, lo único que podía hacer como cristiano, era bautizarlo y encomendar su alma a Dios. Cuando murió me sentí tranquilo y pensé qué triste es empezar a vivir y luego morir para nada. ¿De qué sirvió su corta existencia? Documenté su pequeño cuerpo, guardé su imagen fotográfica hasta hoy y no olvidaré que desde el primer momento que lo vi fue para mí una persona como yo, un ser humano como yo y por eso mi espontánea acción y pensamiento fue bautizarlo."

"Esta experiencia de vida, creo que es única, no creo que exista otra persona que la haya vivido. La vida y muerte de ese diminuto Ser fue el disparador que me introdujo en el estudio del embrión humano. Yo, en el curso de mi desarrollo temprano había pasado también por ese estado, a los 24 días de edad tenía mi corazón latiendo y tuve la suerte de sobrevivir. Consideré que era mi obligación dar un significado y valor moral a estas cortas vidas, que llegaban a mi Laboratorio para análisis y estudio y así dejar testimonio de que no nacieron para nada. No nacieron para ir a un crematorio, o quedar incluidos en un bloque de parafina, nacieron y murieron para dar, con sus cortas vidas, un testimonio de lo que ellos fueron, cómo se formaron y así contribuir con sus vidas al avance y conocimiento de las ciencias embriológicas."

"He dedicado más de cuarenta años al estudio del embrión humano, con grandes dificultades técnicas, sociales, económicas, y enfrentado grandes cuestionamientos éticos y morales, pero he seguido adelante siempre trabajando y estudiando al embrión, porque sabía que no existían en mí cuestionamientos éticos ni prejuicios que impidieran avanzar con el estudio del embrión humano. Fue para mí el camino escogido para dignificar sus cortas vidas. Si estos embriones llegaron a nuestro Laboratorio, era una incuestionable responsabilidad moral frente a esas inocentes vidas estudiarlos a fin de conocer las causales que llevaron a su muerte. Es mucho lo que hemos hecho, quizás poco lo que hemos publicado, porque en esta área no es fácil publicar: priman las afirmaciones de grupos poderosos que nunca han visto un embrión humano, no se pueden romper los paradigmas. Mucho de lo que hemos realizado, apoyado por mis estudiantes y colaboradores por muchos años estará presente en un futuro texto. Mi verdad, como la vida temprana de los embriones humanos, saldrá a luz en un libro en algún momento y así quedaré tranquilo: Un libro de Embriología Humana, distinto y verdadero."
 
 

 

 

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